Me pidió que cerrase los ojos y así lo hice. Escuché sus pasos, que cada vez se acercaban más a mí.
No pasaron apenas quince segundos hasta que noté su perfume mezclándose con el aroma de la tierra mojada y las hojas secas que caían de los árboles de aquel parque en esa fría tarde de noviembre.
Me agarró por la cintura y me atrajo hacia él, hacia su cuerpo, sujetando mis caderas en esos cálidos y fuertes brazos en los que tantas veces había querido estar envuelta, aquellos donde me sentía protegida, sin miedo, donde me sentía la chica más pequeña del mundo pero a la vez la más grande.
¿Podía creer lo que estaba sucediendo? Notaba su respiración, el vapor que salía de su boca a consecuencia del frío de aquella tarde de otoño, podía sentir los latidos de su corazón cerca de mi pecho muy cerca, hasta tal punto de llegar a contar sus pulsaciones.
.No podía creérmelo, quería abrir los ojos y estar segura de que todo esto era verdad, que no era producto de mi imaginación, que él estaba a mi lado, cada vez más cerca...
Abrir los ojos era lo que más necesitaba justo en ese momento. La cabeza me daba vueltas y el cosquilleo en mi estómago crecía por momentos. ¿Esto es a lo que realmente llaman amor? Fuese lo que fuese quería cerciorarme de que era cierto.
Y tras decidirme por fin abrí los ojos justo en el momento en el que su rostro se acercaba a mis labios y nos fundíamos en el beso con el que había soñado tantas veces. Un beso cálido, sincero, lleno de dudas y a la vez de respuestas.
Un beso de esos en los que te apetece gritar miles y miles de cosas pero que únicamente me hizo decir en un leve susurro un tímido ''Te quiero''.
Que relato más bonito, cuánto amor. Da gusto leer cosas así tan llenas de magia, me ha gustado :)
ResponderEliminarMuchísimas gracias, trataré de escribir más posts así cuando tenga tiempo. Un beso :)
ResponderEliminarPrecioso. Sin duda, has descrito las emociones de esa chica de la forma más real.
ResponderEliminarSigue así.
Marta.