Créeme cuando te dije que lo eras todo, porque ahora sin ti no soy nada.
No me acuerdo ni de mi nombre, ni de mi canción favorita, ni de esa
película que me hacía llorar. No me acuerdo de aquel banco donde nos
sentábamos a ver las horas pasar mientras se nos acababa lo que tú
llamabas amor. No me jodas, ya no me acuerdo ni de qué color es el
cielo. Pero me da igual, nunca supe vivir sin ti. Ni siquiera quiero
aprender, porque yo estaba hecha para reír contigo, para soñar contigo,
para vivir contigo. No me jodas, ya no me acuerdo ni de escribir
nuestros nombres en un papel. No me acuerdo tampoco de querer. ¿Cómo era
eso? Ah, sí, eso de pensar solo en una persona. Eso que te acaba
destrozando por dentro. ¿Sabes? Nunca supe cómo lo hacía (eso de
quererte tanto), solo sé que lo hacía de la mejor forma que sabía. Así
que no dudes que me llevé la medalla de oro en eso de sonreír como una
tonta por ti. Porque de eso sí que me acuerdo, del daño que hacía cada
latido y cada sonrisa tuya. Creo que es de lo único que me acuerdo.
Bueno, no. También me acuerdo de cómo respirar, y eso es lo más jodido del mundo, el no poder desaparecer cuando uno quiere.